Decidí escribir varios días después de la muerte de mi querido Monseñor Flores porque quise hacerlo coincidir con el día de Acción de Gracias. El fue un regalo especial que Dios le dió al pueblo dominicano y a la Iglesia católica. Por eso debemos darle gracias por su entrega, por su desvelo por los pobres y necesitados y por todo aquel que necesitaba de su apoyo material o espiritual para poder sobrevivir en esta vida.
Conocí a Monseñor Flores en el 1968 mientras asistía a un encuentro de seminaristas coordinado por mi inolvidable amigo el Padre Francisco Almonte. A Monseñor Flores le correspondió hablar sobre la fe. Todos los presentes, jovencitos de 12, 13, 14 y 15 años de edad, estábamos fascinados, conmovidos y sorprendidos al mismo tiempo de la humildad y de la pedagogía de Monseñor Flores para llegar a la profundidad de nuestros corazones.
Recuerdo que en medio de su intervención él me hizo esta pregunta: ¿Qué le parece a usted jovencito de lo que acabo de decir? Yo le respondi sorprendido y asustado: “que es verdad lo que usted dice”. El solo sonrió.
Después de ese día histórico a Monseñor Flores lo seguí tratando de manera constante por más de 40 años. Incluso, estuve viviendo con él por más de un año bajo el mismo techo.
Después de ese día histórico a Monseñor Flores lo seguí tratando de manera constante por más de 40 años. Incluso, estuve viviendo con él por más de un año bajo el mismo techo.
Su ministerio fue fecundo y edificante. A él le tocó la difícil responsabilidad de sustituir a Monseñor Francisco Panal como Obispo de la Diócesis de La Vega. Monseñor Panal adquirió fama cuando enfrentó con valentía los crímenes y las acciones inhumanas del Dictador Rafael Leónidas Trujillo.
En los primeros años de ministerio le correspondió a Monseñor Flores pastorear el vasto territorio que comprenden las provincias de María Trinidad Sánchez, Samaná, Duarte, La Vega, Monseñor Noel y Juan Sánchez Ramírez. Con la creación de la Diócesis de San Francisco de Macorís en febrero de 1975 su trabajo pastoral lo realizaba en las provincias de Monseñor Noel, Salcedo (hoy Provincia Hermanas Mirabal), Juan Sánchez Ramírez y La Vega.
Su fecundidad pastoral fue tan alta y valiosa que su Santidad, el Papa Juan Pablo II, lo convirtió en el primer Arzobispo de la nueva Arquidiócesis de Santiago, donde fue sustituído en Julio del 2003 a causa de su edad.
Monseñor Flores fue un hombre de una profunda espiritualidad y de un claro y convencido compromiso pastoral.
Esto lo demuestran los hechos a raíz de los problemas generados por la injusta explotación de ferroníquel en Loma La Peguera en Bonao, Provincia Monseñor Noel; las tortuosas luchas en defensa de las familias afectadas por la minera Rosario Dominicana y el 5% reclamado por la provincia afectada, esto es Juan Sánchez Ramírez, e igualmente la lucha emprendida por las comunidades afectadas con la construcción de la Presa de Hatillo en Cotui. Todas estas luchas y otras más contaron la presencia y el apoyo sincero y firme de Monseñor Flores.
Sin temor a equivocarme, me atrevo a decir que él es uno de los Obispos que más se ha compromido y se ha involucrado en la lucha de los sectores marginados para lograr sus reinvindicaciones y poder vivir como seres humanos. Siempre hice la comparación, aunque en fechas y en lugares distintos, entre Monseñor Flores y el Cardenal brasileño Don Helder Cámara. Los dos fueron pastores de profunda oración y de un firme compromiso con los más necesitados.
El vivió a plenitud la identificación que Jesús tenía de sí mismo narrado en el Evangelio de San Juan.
“Yo soy el buen pastor: el buen pastor da su vida por las ovejas” (Juan 10,11).
Y sigue diciendo: “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen” (Juan 10, 14).
Pero también él vivió a plenitud el sentido y el carácter misionero del pastor: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también me conviene traer, y oirán mi voz; y habrá un solo rebaño, y un solo pastor” (Juan 10,18).
Además, él era un hombre de visión y consciente de su responsabilidad como constructor de un nuevo ser humano para una nueva sociedad. Por eso fue mentor y fundador de la importante Universidad Católica Tecnológica del Cibao (UCATECI), en la que me siento honrado de haber trabajado como profesor durante 5 hermosos años.
Con una profunda visión humanista Monseñor Flores hizo suya la idea de Albert Einstein (al que citaba con mucha frecuencia) de que la educación es una oportunidad del ser humano para poder penetrar en el bello mundo del saber.
Pero además, él era un hombre agradable y con un chiste a flor de labios. Recuerdo aquello que supuestamente un albañil, sencillo hombre de trabajo pesado, le enrrostró a Albert Einstein. Este decía que había que hacer dos hoyos en la pared para que dos gatos de tamaños diferentes cruzaran. El humilde albañil le dijo: “Pero señor Einstein, por donde pasa el grande pasa el pequeño!”
Me contó que una noche tuvo que enfrentar a un ladrón y le dijo: “Mi hijo no busques nada aquí que yo ni de día encuentro nada”.
Ese era mi querido Monseñor Flores. Un hombre íntegro, humano, profundamente espiritual, muy devoto de la Virgen María, comprometido con los desheredados de la fortuna, muy solidario, comprensivo, amoroso, sin rencor, jovial y una imagen viva de Jesucristo como Buen Pastor.
La presencia edificante de Monseñor Flores por esta tierra es el más claro testimonio de que Dios Padre nunca nos dejará solos en este peregrinar por este mundo.
Descanse en Paz mi querido Monseñor Flores e interceda por nosotros en este duro peregrinar!!!
*El autor es escritor y dirigente político
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Publicado por GUASABARAeditor para GUASABARAeditor el 11/24/2014 10:07:00 a. m. --
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