2 de febrero: en una coyuntura crucial
Héctor Ferlini-Salazar
La vida humana transcurre mediada por cuatro dimensiones: la economía, que es la forma como satisfacemos las necesidades; la política, que se refiere al ejercicio del poder en todos los espacios; la construcción social, que es la forma como nos organizamos institucional o civilmente para satisfacer nuestras necesidades, y la cultura, que sintetiza mediante costumbres, tradiciones, valores o percepciones nuestra vivencia material en las otras tres dimensiones.
Las elecciones del 2 de febrero nos encuentra a las y los costarricenses, con una economía donde aumenta la desigualdad, persiste y se ahonda el desempleo, la pobreza se hace crónica, y las posibilidades del aparato productivo se dividen entre aquellas afincadas en la economía transnacional sin vinculaciones o encadenamientos nacionales, y la cada vez más agonizante agricultura, industria y servicios con arraigo costarricense.
En lo político, el poder se ejerce cada vez más con base en la desfachatez, la manipulación, el incremento constante del clientelismo, y la anulación absoluta del artículo 9 de la Constitución Política que define a nuestro gobierno como “popular y participativo”, además de representativo.
En el campo de la construcción social, padecemos la asfixia y el estrangulamiento de la institucionalidad del sistema de seguridad social (salud, educación, pensiones, vivienda, saneamiento, etc). Sin embargo, en cuanto al desarrollo de la ciudadanía comprometida hemos visto un movimiento social ascendente en los últimos años que actúa no solo como contención de aquella asfixia y estrangulamiento del sistema de seguridad social, sino especialmente como anunciador-constructor de una nueva etapa por venir.
En la dimensión de la cultura o conjunto de valores y percepciones, es importante destacar varios elementos.
Los cambios en las sociedades no son resultado de un instante glorioso sino de dos factores: acumulación y rupturas. Acumulación de luchas, reivindicaciones y propuestas sociales. En los años 40 del Siglo XX, por ejemplo, se logran las garantías sociales como producto de un pacto político, pero especialmente como resultado de una acumulación de luchas sociales que se sucedían desde la centuria anterior y tenían una concordancia en el plano internacional. Hoy ocurre lo mismo. En cuanto a las rupturas culturales, éstas se dan por contraste entre la imposibilidad de satisfacer las necesidades materiales y emocionales y la estructura de poder prevaleciente.
Desde este enfoque no podemos hablar de sorpresas en el plano electoral. Lo que estamos viviendo es resultado de la acumulación de luchas recientes nacionales e internacionales y de la ruptura con el sistema imperante: indignación convertida en conciencia y compromiso.
Por ello tenemos temas importantes para profundizar como es el caso de la población votante reflexiva (no indecisa que es un calificativo que la devalúa). Tenemos también un traslado de votantes no basados en la tradición familiar, pues ese patrón choca con la vergüenza que da correr el riesgo de que le pregunten: ¿ingenuidad o complicidad?
Tenemos también un amplio voto móvil vinculado a ese sector reflexivo, por ello el calificativo de “voto útil” tampoco hace honor a la realidad socio-política.
Y además, en esta dimensión de la cultura o síntesis de nuestras vivencias, tenemos que ese movimiento social ascendente generador de ciudadanía comprometida ha movido el eje del debate electoral hacia el campo social: ya no se atreven los candidatos del sistema que ha imperado a hablar de privatizaciones y similares, ahora tienen propuestas sociales… pero la cara conocida y el lastre de años no les ayuda.
En este proceso de la cultura, dimensión en la que se ubica la decisión que debemos tomar el 2 de febrero en la intimidad del recinto electoral, no podemos ignorar un factor clave: la comunicación.
La comunicación en experiencias anteriores tenía el carácter de un proceso con fuerzas detentadoras de los medios, que podían incidir de forma directa en las decisiones. Hoy eso no es posible. La presencia del elemento de la tecnología de la información y la comunicación ha provocado dos modificaciones: una de calidad y otra estructural. Usted puede buscar la información por su cuenta, puede profundizar, contrastar, compartir, debatir. Puede buscar y construir la calidad de la información que usted desea. Y eso nos lleva al cambio estructural: el empoderamiento… usted ya no depende de un medio para tener la información, la información depende de usted, se ha liberado. Ese cambio estructural en el terreno de la comunicación ayuda a liberar también políticamente.
La comunicación cambió y con ello el papel de los medios y de quienes trabajamos en ellos. Quienes no comprenden o no aceptan esta realidad liberadora chocan contra ella con la manipulación burda que les terminará hundiendo. Les hunde porque parten de que la gente es ignorante o tonta, pero nuestra realidad política demuestra todo lo contrario.
En ese marco cultural, y pensando en la sociedad que deseamos construir, no podemos renunciar al espíritu unitario, a la voluntad unitaria en cualquier escenario que se presente. Esa será siempre la tarea principal del movimiento social, porque su naturaleza es plural y diversa.
Los sueños son lo último que se pierde. Las convicciones profundas nunca se pierden.