Tuesday, September 18, 2012

[GUASABARAeditor] ¿Cuándo perdimos el sentido de la historia?

Puntos de vista 18 Septiembre 2012
Tony Raful
Los partidos como los grupos sociales se organizan sobre la base de determinadas ideas con el objetivo de tomar el poder. Si no sabemos de dónde venimos, qué somos y hacia dónde vamos, no podemos establecer la táctica y la estrategia capaces de conducirnos a la conquista del gobierno. El PRD del exilio situó claramente sus fines políticos en la tarea suprema de derrocar la dictadura de sangre y fuego de Trujillo. Pudo haber y los hubo, conflictos y diferencias en el accionar de la lucha contra la tiranía, pero las contradicciones nunca obviaron al adversario fundamental. Una vez identificado ese adversario, todos los proyectos se subordinaron a la lucha por su desplazamiento. Cualquier fisura es perjudicial y se convierte en debilidad para la conquista de las metas trazadas. El doctor José Francisco Peña Gómez sintetizó la idea de la unidad en su famosa consigna de que sólo el PRD derrota al PRD. En un momento determinado, el profesor Juan Bosch, al crear el PLD, entendió que solamente sobre la base de desconocer la misión histórica del PRD o dándola por concluida, podía el nuevo partido de cuadros, encabezar la lucha histórica del pueblo dominicano por su libertad y su independencia, pendiente desde los albores de La Trinitaria en 1844.
Debido a ello, la lucha contra los gobiernos del doctor Balaguer pasó a segundo plano, porque lo primordial era que el PLD se convirtiera desde el punto de vista de la incidencia en la población, en el sustituto del PRD, al que se le veía entonces como un partido de ideas conservadoras, de derecha, al servicio de los intereses norteamericanos. Y para hacer del PLD, un partido de la influencia del PRD, tenía que desaparecer el PRD o convertirlo en una fuerza minoritaria y desacreditada.
El éxito del doctor Peña Gómez, fue resistir esos planes y poner en ejecución una táctica electoral viable que desplazó al "invencible" doctor Balaguer, y repuso la fuerza del PRD como desencadenante de la crisis, apoyado en los liberales norteamericanos (que sirvieron decididamente a los fines de restarle al doctor Balaguer legitimidad en cuanto al llamado peligro comunista, argumento de chantaje para impedir el cambio y la alternabilidad) y en la Internacional Socialista, cuyos líderes europeos se dieron un baño de masas en la experiencia dominicana, proyectando una influencia que antes habían desdeñado, y que sirvió como componente en la democratización del continente y en la victoria de los sandinistas en Nicaragua. Los triunfos del doctor Peña Gómez no se correspondieron con las ideas y las metas que él trazaría difundiendo el socialismo democrático.
La ausencia de Bosch en el PRD se haría sentir de manera demoledora posteriormente, cuando el doctor Peña Gómez en el pináculo de la gloria política, cuya táctica coincidió con los cambios en la política exterior norteamericana y el ascenso del presidente Jimmy Carter así como la ola democratizadora del sur de Europa, no pudo, por más esfuerzos que hizo, galvanizar la dirección ejecutiva del PRD alrededor de su figura como único eje del liderazgo absoluto, tal y como había sucedido con Bosch y sucedía en el PLD.
Al soltar las amarras de la democracia interna, sin tener un partido ideológicamente formado, sin el férreo control de todas las inconductas que Bosch había advertido que degradarían el partido, el PRD no tardó en convertirse en un campo de batalla de tendencias, ninguna ideológica, y su base, un mercado clientelista que levantaba el nombre de Peña Gómez pero que obedecía a otros dirigentes en los que esa base visualizaba el acceso a empleos y negocios para cambiar su suerte miserable. Lo que fue victoria en el plano de las realizaciones y reformas democráticas no tardó en convertirse en adocenamiento y desbordamiento de ambiciones sin sustrato ideológico ni ético. Pero el doctor Peña Gómez, que era un líder inmenso, no podía ser en el PRD lo que era el profesor Bosch en el PLD.
Mientras el líder perredeísta auspició los llamados liderazgos interno, éstos no tardaron en desafiarlo. No le debían nada porque no eran revolucionarios ni sabían, ni supieron lo que era la social democracia.
Bosch pierde ese liderazgo absoluto cuando las leyes biológicas decretan la disminución de sus energías. Al irse Bosch como líder actuante, se produjo una recomposición de fuerzas que renunciaban al Bosch profeta, no al recuerdo ni a su amor, sino a su visión de la historia y a su intransigencia ética. El PRD recobró con el Peña Gómez de 1994 y 1996 su destino histórico. Parecía la reencarnación de Luperón o una fuerza de la naturaleza destinada centellear una luz de auroras.
Su liderazgo asumió perfiles caudillistas y autoritarios pero con una visión de cambios y transformaciones anheladas. Volvió a ser como Bosch en los años del exilio y en la lucha de 1962 y 1965. Pero Peña Gómez se nos murió. Un absurdo histórico. Y lo que vino desde entonces fue la pérdida del sentido histórico. Entramos en una fase decadente, de ideas, de sueños, de hombres y mujeres, jóvenes y viejos (con excepciones memorables). Cualquiera es social demócrata y no lo sabe; lo sabe y no lo entiende porque es ágrafo social y no tiene que comprometerse con los intereses del pueblo más humilde. No alcanzamos ni siquiera las dimensiones de una lucha generacional.
No sabemos de dónde venimos, a dónde vamos ni quiénes somos. Quizás esa sea la tarea más importante, definir estas premisas, incluso más importante que la convención de 2013.  //listindiario.com

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Publicado por GUASABARAeditor en GUASABARAeditor el 9/18/2012 08:31:00 a.m.

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