Escándalos en Hacienda:
una necesaria dosis de profilaxis ideológica
Luis Paulino Vargas Solís
Estos escándalos destapados por el diario La Nación (LN) tienen múltiples rostros. Antes de sacar conclusiones apresuradas, convendría repensarlos un poquito.
La faceta obvia es la que se expresa en la indignación y la condenatoria, prácticamente unánimes y sin duda justificadas. Varios factores se combinaron para agudizar esa reacción popular: en particular, el cinismo de las respuestas de Herrero y el hecho de que la empresa de su esposa apareciera contratada por varias instituciones públicas. Esto último, aún si es legal, resulta harto dudoso, lo suficiente como para pensar que esa ley debería ser revisada. De plano debería estar prohibido que empresas vinculados a funcionarios de muy alto rango puedan vender bienes o servicios al sector público.
(Creo que, en justicia, cabe reconocer que el caso del Director de Tributación, señor Villalobos, es distinto. Hubo de su parte un "error inexcusable" –como el mismo lo definió- pero no un comportamiento que pueda identificarse como doloso. La forma como presentó su renuncia marcó asimismo un contraste notable respecto de lo actuado por Herrero).
Hay una segunda faceta que casi nadie ha advertido, pero que no por ello carece de importancia: la violación de los principios de confidencialidad en materia tributaria. Para que esto se hiciera público fue necesario que desde el interior del propio Ministerio de Hacienda alguien proporcionara la información. Se dirá que en buena hora, en cuanto ello puso al descubierto algunos casos irregulares que involucran a personajes públicos de mucha jerarquía. Y, sin embargo, las implicaciones no se agotan ahí. Por ejemplo, ello da pretextos adicionales a quienes se oponen al levantamiento del secreto bancario para fines de tributación, lo que será bien recibido por los ricos-ricos y por quienes obtienen ingresos de dudosa procedencia.
Aún hay una tercera faceta que me ha resultado especialmente llamativa: la puntería de francotirador con que LN montó el escándalo. Tiró a matar justo sobre el Ministro de Hacienda y, en segundo lugar, sobre el Director de Tributación.
Para ilustrar el punto quiero traer a colación lo siguiente: a propósito de la crisis financiera de la Caja, y no obstante que LN ha reconocido que hay evasión en el pago de las cuotas por parte de empresas privadas, el grueso de su cuestionamiento ha estado dirigido contra las dirigencias políticas, la Junta Directiva de la Caja y, en especial, los sindicatos de empleados de la institución. Tratándose de las cuotas que se han dejado de pagar, su planteamiento no solo es tibio sino más bien cómplice. Con notable claridad lo ilustra su editorial del 16 de agosto de 2011 ("Mitos de la Caja"), en el cual se comentaba: "Las elevadas cifras [de morosidad] no representan el monto originalmente evadido, porque incorporan el perpetuo crecimiento de las multas e intereses. Tampoco representan un verdadero activo, porque jamás será posible cobrarlas". O sea: las empresas que no han pagado pueden quedarse tranquilas: no hay como cobrarles, lo cual para LN resulta la cosa más natural del mundo. Por cierto, tal irresponsabilidad empresarial jamás ha dado lugar a alguna acuciosa investigación periodística, del tipo "cacería a matar", que se desató en contra de Herrero.
Con lo anterior quiero decir: el apasionado celo por la evasión tributaria que aquí LN puso de manifiesto, no se muestra en otros casos no obstante que estos incorporan cifras inmensamente más grandes.
Nada de esto es inocente.
Hagamos ahora un breve recuento de antecedentes en relación con el proyecto tributario que ha estado en discusión. Dos argumentos en su contra que con especial énfasis han sido presentados son los siguientes:
a) Existe una gran evasión tributaria, que debería controlarse previo a la aprobación de cualquier paquete de impuestos.
b) En el sector público costarricense prima la ineficiencia y la corrupción, por lo que resulta inaceptable aprobar nuevos impuestos.
Ambas observaciones son reiteradas por representantes tanto de las derechas como de las izquierdas. Pero agreguemos algo más: ambas configuran un discurso con fuertes tintes anti-estatistas, el cual construye una imagen de la institucionalidad pública de Costa Rica como un nido de corrupción, despilfarro y negligencia. Nada de lo cual me sorprende cuando viene de representantes del neoliberalismo, pero sí causa perplejidad cuando se pronuncia desde las otras tiendas.
No quiero generalizar injustamente, pero si advertir acerca del considerable alcance que estos planteamientos han adquirido entre sectores del progresismo y la izquierda. No discuto la relevancia y necesidad de un planteamiento crítico frente al Estado social, desde el cual recuperarlo, fortalecerlo y renovarlo. Pero lo que a veces se ha dejado oír es muy de otra naturaleza, y habla de un Estado social que dilapida -cuando no literalmente se lo roba- cada colón de impuestos que se paga.
Me parece que es en este tan ampliamente extendido clima sicológico, donde debe situarse el ataque quirúrgicamente lanzado por LN en contra de estas presas tan propicias. Cuando nada menos que el Ministro de Hacienda es públicamente exhibido como evasor ¿no se está acaso fortaleciendo así el argumento –de raíz neoliberal- que habla del Estado como un aparato irremediablemente condenado a ser presa de la ineficiencia y la corrupción? ¿Podría haber una forma más eficaz de fortalecer el argumento neoliberal opuesto a toda forma de impuesto que exhibir al propio Ministerio de Hacienda como un nido de evasores?
Que Herrero haya hecho lo que hizo (y que el señor Villolobos haya cometido el "error inexcusable" que le conocemos) es un problema real del cual estos señores son responsables, aún más delicado en vista de la posición que ocupaban. Pero si fuera que alguna vez LN hubiese mostrado similar entusiasmo para desnudar a los verdaderos grandes evasores, se podría creer que su finalidad en este caso ha sido sincera y moralmente correcta.
No estoy proponiendo una hipótesis conspirativa. La cuestión es seguramente más compleja y posiblemente es producto de la posición político-ideológica que históricamente ha movido a este medio de prensa, proclive a un sistema tributario regresivo y a un aparato estatal empequeñecido y débil. Véase su editorial del 9 de abril de 2012, cuyas propuestas fundamentales son dos: "avanzar a paso firme en la reforma del Estado" (recorte y restricción) y, de ser necesario, impulsar un nuevo proyecto tributario que "no contemple las exenciones…del proyecto actual". Aunque no todas, la mayoría de tales exenciones se aplicarían al IVA según criterios de equidad social.
Concluyo diciendo: convendría no entusiasmarse en exceso con las denuncias de LN. Leer entre líneas y tratar de separar la paja del grano son aconsejables ejercicios de profilaxis ideológica.