Cinismo
Lo más cínico de todo es que, ante tanto cinismo, aquí no pasa nada
Pablo Barahona Kruger Abogado 12:00 a.m. 09/04/2012
En este país es más fácil definir cinismo a través de ejemplos, que de conceptos vacuos o palabras simples. Los hechos figuran bien, retratan de cuerpo entero o le dan plástica al monumento erigido a los cínicos por los líderes liderados que nos agobian, estorban y torturan con tanta estulticia.
Es voluminoso el tratado práctico que, sobre cinismo, se han encargado de inscribir en esta realidad ciertos personajes muy ticos, muy nuestros, en tanto cohonestados por años de apatía, pero no de cualquier apatía, sino de una muy cínica: la de aquellos "ciudadanos" que se entienden como sujetos políticos solo cuando les conviene, jamás cuando les obliga el derecho.
En resumen, adolecemos como nación de un cinismo supino que niega el bien común al tiempo que defiende el beneficio individual. Egoísmo tan puro y duro que perturba.
Pienso que quien no sabe dar ejemplos, no sabe de lo que está hablando. Así, ¿quién es cínico?
Definitivamente, lo es un ministro de Hacienda que impulsa con una mano el incremento de impuestos mientras se hunde la billetera hasta el fondo de la bolsa y reclina su asiento ministerial a la espera de la iniciativa municipal que, bien sabe, nunca llegará, como en efecto, nunca llegó.
Aún más cínica, por responsabilidad, formación, jerarquía y extracción, una presidenta de la República que acuerpa a sus ministros evasores, con una pose irónicamente evasiva, que más parece un insulto a la inteligencia ciudadana que una pirueta política mal ensayada y aún peor concebida.
Entre más cinismo, menos firmeza, prerrequisito ineludible de la honestidad, tan pasada de moda en nuestros tiempos.
Cínicos los magistrados que hoy se autovictimizan pero ayer dejaron se linchara a un contralor general de la República sin causales legales ni constitucionales que habilitaran su destitución, cohones- tando de paso una ola populista que hoy se les viene encima con ciertos cuestionamientos morales o ideológicos y hasta legales.
¿Quién diría que el karma opera también para los cínicos? Ayer fue el contralor y nadie dijo nada, después siguieron jueces y nadie defendió, luego ministros por los que nadie daba una peseta y ahora siguen magistrados por los que nadie moverá una ceja.
Cínico el candidato perdedor y eterno líder repelente que apenas ve a su partido lograr cosas serias y engrandecerse en su ausencia, vuela como rayo para estorbar, fustigar y desunir. Tanto cinismo no encuentra par. ¿O acaso tiene justificación que el mismo que se atreve a fustigar a los nuevos líderes del PAC por sentarse a la mesa con los libertarios, busque desesperadamente salir en la foto con los liberacionistas, aún más cuestionados, y no de hoy, de siempre, para aprobar el plan fiscal? ¿No era que se había salido del PLN porque era, según él, una bola de corruptos? ¿Cuál es la diferencia?
El premio al cinismo se lo llevan los expresidentes que se juran perseguidos, víctimas de una conjura del poder, ese mismo al que sirvieron dócilmente y al que le deben tanto. Cadáveres políticos que lanzan cortinas de humo sobre las consultorías inexplicables e inútiles, pero, eso sí, caras, carísimas. Y nosotros que pensábamos que con la buena pensión que les pagamos de por vida y el prestigio que les endosamos como país entero al elevarlos al más alto cargo (aunque confieso no haber votado por ninguno de los tres), les bastaría para retirarse constructivamente.
Lo más cínico es aferrarse a la prescripción ahora que ese "circo mediático" al que tanto culpa el mosquetero desterrado, ya no lo persigue. ¿Una consultoría sin productos ni resultados? ¿Sin contrato ni términos de referencia? ¿Una consultoría en telecomunicaciones para alguien que nada sabía de telecomunicaciones? Esto no se lo cree ni el más cínico entre los cínicos. Y todo aquel que lo defienda es con algún cálculo futuro inconfesable y es también un cínico.
Cinismo e ironía se combinan cuando la contraloría no controla y las auditorías no auditan; es decir, cuando las instancias de control son refractarias y endosan al ciudadano la responsabilidad de descubrir, denunciar y probar la corrupción, en una palabra, de controlar.
Pero lo más cínico de todo es que, aun pasando todo esto, aquí no pasa nada, absolutamente nada. Aquí el cinismo preexiste, existe y, lo que es más trágico, subsiste.